Mujeres en la cúspide del poder financiero o político
No todas son así por supuesto, pero no hay más que ver y conocer cómo y por qué se mueven y qué defienden o atacan, para darnos cuenta de que nos encontramos ante fenómenos de desfachatez inconmensurable. Es el caso de Dolores Amorós la ex presidenta de la CAM, Caja del Mediterráneo, que ha puesto una denuncia al Banco de España y reclama que se le conceda una pensión vitalicia, tal como ella misma se la adjudicó, de 370.000€ y 10 millones de indemnización por los daños que su despido le ha causado.
Todo esto al margen de las dos denuncias que han sido aceptadas a trámite por malversación de fondos, y de la investigación que ha abierto contra ella la Fiscalía Anticorrupción, por una serie de maniobras financieras que le permitieron concederse a sí misma un sueldo anual de 600.000€ y una renta vitalicia de 30.000€ mensuales, más o menos lo que ella reclama ahora en su denuncia al Banco de España.
Lo peor del caso es que Dolores Amorós con una gestión por lo menos indeseable ha llevado la Caja a la ruina y con ella la de muchísimos clientes que han perdido los ahorros de toda una vida.
No es mi intención decir que también entre las mujeres hay casos de arribismo, ineficacia y corrupción. Ya lo sabemos, pero si es necesario recordar que es muy curioso que la mayoría de las mujeres que llegan a los primeros puestos se comporten como hombres, como el peor de los hombres, y nadie sabe aún si es porque piensan que solo en la profunda imitación de lo que ellas creen que es la esencia de la masculinidad puede una mujer llegar a la cina, o porque realmente si no se comportaran así se les cerraría el camino al éxito y al poder, como de hecho ocurre en tantas profesiones donde la mujer sigue siendo lo que es sin imitar el comportamiento de ningún hombre para desarrollar sus cualidades creativas, profesionales o imaginativas, por mucho que su acceso al mundo de los hombres será, como es a veces, tan difícil y conflictivo.
Tal vez las cosas no sean ni de una forma ni de otra pero lo que sí es digno de tener en cuenta es que en muy raras ocasiones una mujer que está en la cúspide deja a un lado su autoritarismo, la gélida y cínica sonrisa con la que acompaña sus drásticas decisiones antisociales y la prepotencia desalmada que muestra ante el mundo, visible en el más leve rictus de su rostro y la menos comprometida de sus palabras.